
El pueblo mexicano tiene la costumbre de comer la muerte, esqueleto de azúcar o chocolate chorreando caramelo de colores, y además de comerla la canta y la baila y la bebe y la duerme.
Por burlarse del poder y del dinero, a veces el pueblo viste a la muerte con monóculo y levita, charreteras y medallas, pero el pueblo la prefiere desnuda de todo ropaje, sabrosona, borrachita y con ella marcha del brazo en parranda corrida.
Día de los Vivos debería llamarse este Día de los Muertos, aunque pensándolo bien lo mismo da, porque todo el que viene va y el que va viene, y al fin y al cabo el comienzo de lo que comienza está siempre en el final de lo que finaliza.
- Mi abuelo es tan pequeñito porque nació después que yo – dice un niño que sabe lo que dice.
E. Galeano