21 enero 2008

GUERRA DE LA CALLE, GUERRA DEL ALMA


Persigo a la voz enemiga que me ha dictado la orden de estar triste.
A veces, se me da por sentir que la alegría es un delito de alta traición, y que soy culpable del privilegio de seguir viva y libre.
Entonces me hace bien recordar lo que dijo el cacique Huillca, en el Perú, hablando ante las ruinas: “Aquí llegaron. Rompieron hasta las piedras. Querían hacernos desaparecer. Pero no lo han conseguido, porque estamos vivos y eso es lo principal”. Y pienso que Huillca tenía razón. Estar vivos: una pequeña victoria. Estar vivos, o sea: capaces de alegría, a pesar de los adioses y los crímenes, para que el destierro sea el testimonio de otro país posible.

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Requiere más coraje la alegría que la pena. A la pena, al fin y al cabo, estamos acostumbrados.

E.Galeano.