27 octubre 2008

¿QUE VES CUANDO TE VES?


Ni París, ni Madrid, ni Roma, ni Nueva York, ni Buenos Aires....Montevideo es sólo mi Montevideo, la de toda mi vida, salvo los primeros diecisiete años anónimos y sosos.


Después ella lo ha tenido todo: mis alegrías y mis lágrimas, mis versos y mis noches en claro, las granadas mazorcas de la juventud, y ahora, estas “rosas de la tarde, las huérfanas del sol”.

Cientos de kilómetros en primorosa puntilla de bolillos ha sido mi ir y venir por sus calles y dentro de las casas en que he vivido toda mi vida, Montevideo, es como un encaje pacientemente tejido a tu abrigo.


No importa el color del hilo - ¡ oh, cuántos matices!- ni la ciudad - ¡ ah, de cuántos precios-


Lo valedero es la verdad de tu pertenencia e infinitud. Porque me tienes para la eternidad, en una adopción que yo amo como una hija legítima y con una libre servidumbre apasionada, pues no puedo irme de ti sin volver la cara quinientas veces y regresar luego más ligera que si tuviera zapatos de viento.


Bien lo saben todos y hasta muchos se sonríen despectivos. ¡Qué me importa!.


Conozco la dicha de ser propiedad de una ciudad y de sentirla mi piel, mi sueño chiquito, mi insomnio gigante, mi esperanza de polvo, mi montaña de acontecimientos.


Ahí está Montevideo: no tienes más que un cerro, y yo, la advenediza que se ha apegado a ti sin que tu la hubieses llamado, te da en cambio una montaña: toda su vida humana, para darte después toda su vida sobrehumana.


Porque si Dios, después tiene la paciente bondad de preguntarme:

Adónde quieres volver cernido puñado de la tierra?

Con la voz que tenga, he de contestarle sin vacilar:

A Montevideo, Señor. ¡ Y gracias !




De "Juan Soldado" de Juana de Ibarbourou

Calle Colón. Ciudad Vieja. Detrás el Puerto y parcialmente el Cerro.