
Así en Buenos Aires como en Montevideo.
Son las 23 hs. Mi pie derecho entra al Parque Lezama. Está por llover, la gente corre, claro, no hay que mojarse. Los perros no disimulan, la lluvia también puede ser un regalo. La respiración agitada...camino más rápido, busco un techo....y pienso... que pronto llegaré a mi casa y el frío que inundó repentinamente Buenos Aires, se acabará con un té y un abrazo. Y pienso en todas las casas que faltan, en todos los té que faltan, en todos los abrazos que faltan. Cae la tormenta, y está el hombre sentado en el tronco caído debajo del sauce. El mismo hombre amiga, ese que vos ves en Montevideo, ese que yo veo aquí bajo mi cielo gris, entre tantas bancas quietas.
" -Llovéme cielo, tragáme agua, quebráme banca; en lo más alto de los árboles cuelgan ramas rotas – entonces pienso, rompéme árbol" . Son las 23:30, el señor de cara triste me mira: Y sin embargo todo está igual, nadie me oye, sigo ahí, sigo ahí montevideana, porque yo, soy la gran ausente, y mi radio repite una y otra vez los sonidos del mar.... de un mar muy lejano para tantos, demasiados tantos..Mientras, por Martín García, un 53 me miente, con un ruido que desgarra mi conciencia y me aleja lentamente de lo que pienso... mientras por las avenida se escapan las hojas secas de este seudo-otoño.