26 febrero 2024

yo también

 

(…) yo me quedo con las casas donde he sido feliz, donde he asistido a la belleza, a la bondad,

 donde he vivido plenamente. Guardo la fisonomía de las habitaciones como si fueran rostros;

 vuelvo a ellas con la imaginación, subo escaleras, toco puertas y contemplo cuadros. Yo no

 sé si los hombres son demasiado ingratos con las cosas, o si en mi gratitud hacia ellas hay

 algo de neurosis. El hecho es que amo los recintos donde he encontrado un minuto de paz;

 no los olvido nunca, los llevo conmigo y conozco su esencia íntima,  el misterio ansioso por

 revelarse que habita en toda pared, en todo mueble. (…) 

Claro, uno no puede sentir las casas; y sin embargo yo sé que ellas tratan de comunicarse, de hacerse querer… Los poetas lo vieron y lo dijeron: yo balbuceo estas incoherencias, como una tentativa inútil de expresar lo que vivo. (Yo me explico los fantasmas: ¿Cómo no regresar de la muerte, algunas veces, a visitar las casas queridas? ¿Cómo no acariciar las colgaduras, entornar las puertas de los armarios, asistir al lago de los espejos, entreabrir el aire de los aparadores? Yo seré un fantasma incansable, alguna vez; ¡tengo tantas casas que visitar de nuevo, diseminadas en la ciudad, en los pueblos, en las novelas, en la historia…!).

Julio Cortázar, Carta a Lucienne y Marcelle Duprat, 19 de abril de 1940