
En las huellas de ida los pies se apoyan sin problema, pero en las de vuelta la cosa se complica.
Las de ida trazan el camino de los que se fueron, por hambre, por miedo o por las dudas.
Las de vuelta dibujan la senda de la nostalgia o del desconsuelo.
Las de ida son más hondas, más profundas, resultado de muchas cavilaciones.
Las de vuelta son más íntimas, besadas por descalzos, más biográficas.
En unas y otras el denominador común es la esperanza. En las de ida la esperanza son brazos y abrazos, todos de lejos.
En las de vuelta la esperanza es que la memoria no haga trampas, que nos espere con los ojos de antes, los brazos de cerca, las calles de siempre, los árboles que no se derrumbaron.
Huellas y huellas, rastros y señales, vestigios y utopías. El mundo está allá y está aquí, los prójimos contiguos y remotos.
Las próximas huellas serán nuevas, fresquitas. A duras penas crearán otro camino y otra forma de ser y de pisar.
Loado sea el futuro, si existe. ¿Existirá?
M.Benedetti