05 diciembre 2007

EL RIO




Viene de la montaña, cortando por lo verde. Infinidad de llantos van inventando un río. Y uno lo ve pasar con sus peces esclavos, acariciando algas y tocando orillas. Yo no le tengo miedo, más bien me tranquiliza. Es como si se mezclara con mi sangre (mi río particular) y la limpiara.

Hasta el cielo, que allá arriba balbucea, se refleja en el río y lo pone celeste, con tímidas nubes y lunas que navegan.

El río va remolcando su piedad y recibe el candor de sus afluentes. Sus ondas no son olas, son pudores del agua que seducen al sol.

Las riberas conservan su memoria del río, para ellas no hay olvido. El agua dulce avanza hasta la sal del mar.

Pero antes se aquieta, en su tiempo azogado nos miramos y tiembla nuestro rostro, ése del agua. Al final pasará pero estamos seguros de que en el próximo sueño nos mojará las manos.


M.Benedetti.