
Después de la luna
abren sus ojos los poetas,
prolongan sus notas hasta quedarse sin aire
y sobre la vida nueva,
con manos atadas de hojas
resbalan y rebotan
entre el ir y venir de alguna ola
Me inclino a pensar
que no se dan por vencidos
tenaces liberados de tanta siesta,
cada uno imaginando, que él- acaso él-
pueda comprender el último sentido
de aquella insólita metáfora
escuchando el llanto
de sus temidos fantasmas