09 febrero 2011

Apuntes para el viaje

Todos viajamos un poco, algunos sin necesidad de mover los pies, sentados incómodos, delante de una blanca pared de un sanatorio blanco, entre sabanas blancas, blancas cabelleras y blancos dientes que asoman al tratar de sonreír a esa guacha de enfermera que va a mil repartiendo termómetros o esa otra que camina para atrás, arrastrando los pies, y que apenas me mira, cuando descanso apoyada en la pared del corredor desierto.

A la hora de la cena suena algún timbre y se prenden luces rojas sobre los dinteles de las puertas y del mismo color pensamientos lanzados al azar, escapan como pájaros desde cada habitación.

Quiero ser tan blanca como la pared y mezclarme con alguna nube y subir, subir más alto que el 6to piso en que reposan todos en sus camas ,cruzar la Calle Colonia, entrar al BPS y decirle al señor que está sentado en el escritorio rojo, que deje de reírse tanto con el otro señor que tiene a su derecha, o mejor no, mejor que rían más estrepitosamente , para que llegue a esta ventana el sonido de sus risas, porque las bocinas aturden y pudren un poco.

Subo al escabel de poquitos escalones, bajo mi lengua se esconde un verso triste y haragán, deshidratado y afiebrado, que no desborda por temor a vomitar; hay silencio en los ojos que miran siempre hacia adentro, en lo alto del cielo cuelga la luna y en el techo el reflejo de su mejor luz veraniega y sigue haciendo calor, y sigo esperando que el viaje termine, que te bajes en el andén correcto y no te cobren por un boleto viejo y sucio.

El viaje es largo y no soy yo la que viaja esta vez ; yo espero, sentada en un gran sillón negro y ahuecado, incómodo, (lo repito y no me importa),que los pájaros permanezcan en silencio, que la ciudad se trague sus sonidos, y deje de dolerme tu imagen, sumergida para siempre en la eternidad de un sueño.