(…) yo me quedo con las casas donde he sido feliz, donde he asistido a la belleza, a la bondad,
donde he vivido plenamente. Guardo la fisonomía de las habitaciones como si fueran rostros;
vuelvo a ellas con la imaginación, subo escaleras, toco puertas y contemplo cuadros. Yo no
sé si los hombres son demasiado ingratos con las cosas, o si en mi gratitud hacia ellas hay
algo de neurosis. El hecho es que amo los recintos donde he encontrado un minuto de paz;
no los olvido nunca, los llevo conmigo y conozco su esencia íntima, el misterio ansioso por
revelarse que habita en toda pared, en todo mueble. (…)
Julio Cortázar, Carta a Lucienne y Marcelle Duprat, 19 de abril de 1940