Montevideo huele a viejas humedades, es una sombra de grises gastados, cargando despedidas de otoño. Cansada de viento la rambla va quedando sola y los plátanos desnudos sobre veredas de olvido.
Esteparia ciudad sin sueños ni dueños, reino sin secretos entre vagas fronteras, ciudad-pájaro de felices ayeres. Quiero reconocerte mía, pero te oigo cada vez más lejana de cedrón y de malvones, de balcones indecisos, y me hiere tu música, agotada en el sueño, puntual y solitaria madre que me abraza.
Adonde llega tu dedo, ella puede volver, entrar y salir, una y otra vez, a veces como rabia, a veces como avispa y quedar prendida, y sin embargo, todavía busco el corazón, que soporte el peso de tu dedo y guarde para siempre sus esquinas de Abril.